enero 30, 2014

Los treinta mejores discos en directo

La experiencia máxima de la música es en directo. O eso reflejan frases hechas entre los melómanos del tipo “un buen directo vale más que toda una discografía”. En cambio, o quizá por ese carácter extraordinario, los grandes discos grabados en concierto son difíciles de encontrar y no todos los grandes grupos los tienen. Los que siguen son 30 de obligada escucha.


1. George Harrison and friends, 'The concert for Bangladesh', 1971

Una cita que trascendió su motivo benéfico y se convirtió en una experiencia musical de primer nivel.

Durante mucho tiempo, fue conocido por ser el primer concierto-festival (doble ración, una por la tarde y otra por la noche del 1 de agosto de 1971) con fines benéficos, sentando las bases, por ejemplo, para grandes eventos tipo el Live Aid. Aquí se trataba de ayudar a los bengalíes de Pakistán Oriental (ahora Bangladesh), que estaban siendo masacrados por Pakistán para evitar su independencia. Organizado sobre la marcha por George Harrison y su amigo Ravi Shankar, la labor de productor de Phil Spector determinó el sonido al querer trasladar su famoso ‘muro de sonido’ al escenario. Así, durante todo el recital (salvo la primera parte, a cargo exclusivo de Shankar) formaron la banda dos baterías (Ringo Starr y Jim Keltner) y un percusionista, dos teclistas (Billy Preston y Leon Russell), tres guitarristas eléctricos (Harrison, Eric Clapton y Jesse Ed Davis), otros tres acústicos, un bajista (Klaus Voormann) y un coro de siete personas.
El concierto sirvió, además, para que Bob Dylan volviera a los escenarios por primera vez desde su accidente de motocicleta en 1966, aunque su tramo de actuación (tocó cinco canciones, incluidas Blowin’ in the wind, Just like a woman o Mr. tambourine man) no es lo más sobresaliente de este disco que recoge partes de las dos sesiones musicales de aquel día. Tampoco lo relevante es un empanado Eric Clapton, quizá en una de sus peores noches (el solo para While my guitar gently weeps es casi lamentable), invitado por su amigo Harrison para superar el mal rato que estaba pasando con las drogas y Layla. Es el propio Harrison el que eleva este recital a una altura asombrosa.
Dirigido por su compromiso, llevado en volandas por la espiritualidad que le desbordaba en aquella época, el exbeatle parece en trance durante buena parte del concierto, cantando sus alabanzas a Dios (My sweet Lord y sobre todo Awaiting on you all) con la convicción de un religioso. La enorme banda de acompañamiento (puesta de relieve en la remasterización del álbum), pese a que apenas probó sonido, funciona como una máquina perfecta, músicos de lujo disfrutando (ver en el DVD el medley Jumpin’ Jack Flash/Young blood o la inicial Wah-wah) de una cita que trasciende su motivo benéfico para convertirse en una experiencia musical de primer nivel.


2. Neil Young and Crazy Horse, 'Weld', 1991

Un voltaico reencuentro entre el canadiense y la banda que arde y produce hondas quemaduras.
Ragged glory (1990), voltaico reencuentro entre Neil Young y Crazy Horse tras la errática carrera del canadiense en los ochenta, impulsó una gira norteamericana en la primavera de 1991. Este doble CD –triple en la versión limitada que incluía Arc, extenso collage de ruido, distorsión y muestras vocales registrado en el mismo tour– levanta acta de tan feliz reunión y captura la esencia del imbatible cuarteto en dos horas que se pasan volando. Fiel al espíritu asilvestrado de Ragged glory, supera al encomiable Live rust (1979), directo de naturaleza bipolar que conjugaba las facetas acústica y eléctrica de tan montaraz músico. Aquí, Young revitaliza el alegato de Blowin’ in the wind, multiplica por mil la intensidad de Welfare mothers o estira hasta el infinito y más allá canciones definitivas como Like a hurricane o Tonight’s the night. Da igual por donde lo cojas, Weld [soldadura o soldar, en inglés] arde y produce hondas quemaduras.


3. Bruce Springsteen: Live 1975-85, 1986

Un lanzamiento pocas veces visto que provocó un repunte de la 'bossmanía'.
El sueño húmedo de Columbia –un álbum en directo al rebufo del bombazo comercial de Born in the U.S.A. (1984)– se materializó gracias a la intervención de Jon Landau. Fue el lugarteniente de Springsteen quien trazó las líneas maestras del quíntuple directo. Filtrarían con rigor el material acumulado durante toda una década. Rescatarían tomas que “aparte de estar grabadas en vivo, tuvieran vida”. Secuenciarían el álbum con mimo hasta dar con una dialéctica interna que ilustrara la evolución del artista, su épico paso de los garitos al estadio. El disco sería tan largo como hiciera falta. El proceso de confección fue semi-clandestino y en las oficinas de Nueva York sólo disponían de la información logística imprescindible para garantizar un lanzamiento pocas veces visto –en aquel momento las cajas no se estilaban– que provocó un repunte de la bossmanía.


4. The Who, 'Live at Leeds', 1970

Una excitante muestra del apabullante estado de forma que atravesaban los británicos en aquel momento.
Se ha revisado y reeditado en varias ocasiones, en formatos cada vez más amplios y exhaustivos. La última versión, la de 2010, era un dispendio: cuatro volúmenes que permiten escuchar, en toda su extensión, las actuaciones que el grupo londinense realizó en Leeds y Hull en mayo de 1970. Pero la encarnación primigenia de Live at Leeds fue mucho más modesta: álbum sencillo con seis canciones en total y algo más de media hora de duración. Suficiente para reflejar el apabullante estado de forma que The Who atravesaba en aquel momento.
La banda programó dos conciertos en territorio universitario –cuestiones de espacio y sonido– que terminarían pasand

o a la historia del rock. Publicaron el de Leeds; el de Hull les gustaba más, pero se había grabado peor. Tocaron Tommy al completo, pero solo el tramo final del concierto llegó al vinilo. Tres canciones suyas –inenarrable My generation, con incursión en See me feel me incluida– y tres estándares –de Johnny Kidd and The Pirates, Eddie Cochran y Mose Allison– que supusieron el reencuentro con su propia esencia, la del Maximum R&B.



5. The Rolling Stones, 'Get yer ya-ya’s out!', 1970

Un disco febril y contagioso, reflejo de la impía maquinaria creada por el tándem Jagger-Richards.

La discografía en directo de los Stones palidece al ser comparada con su producción en estudio, pero Get yer ya-ya’s out! escapa a tan cruel cotejo. El noventa por ciento de sus pistas proviene de los conciertos que el quinteto ofreció en el Madison Square Garden neoyorquino en noviembre de 1969, con Mick Taylor dando réplica a los licks de Keith Richards. Encastrado entre dos de sus álbumes clave –Beggars banquet (1968) y Let it bleed (1969)–, recurre al imponente repertorio de ambos, salpimentando los tres cuartos de hora con versiones –una de Robert Johnson y dos de Chuck Berry– que remiten al origen. Reflejo de la impía maquinaria creada por el tándem Jagger-Richards, es un disco febril y contagioso. Envalentonados tras el éxito de Hyde Park en julio de ese mismo año, con Brian Jones muerto y enterrado, los Stones se disponían a cruzar el trágico Rubicón de Altamont, decididos a reducir la leyenda de Woodstock a mera anécdota. Consiguieron algo parecido, sellando el acta de defunción de una era y abriendo el tenebroso pórtico de una década, los setenta, en la que, curiosamente, entregarían sus mejores trabajos.

6. James Brown, 'Live at the Apollo', 1963

Un espectáculo sudoroso y tremendista que ensanchó el rango de influencia de este artista definitivo e irrepetible. Pura dinamita.

Publicar un directo no entusiasmaba en King, el sello en el que “el hombre más trabajador del negocio” publicó buena parte de su discografía. Pero Brown insistió. Sabía que la esencia de su propuesta –basada en la entrega incondicional a un público que terminaba el show exhausto– era imposible de capturar en el estudio de grabación y quería dejar constancia de su poderío. El lugar elegido no podía ser más representativo. El Apollo de Harlem era un epicentro de la cultura afroamericana y había visto nacer y crecer a estrellas de la música negra en sus noches de micro abierto. Live at the Apollo es un tour de force sonoro y expresivo que se impone a las limitaciones técnicas de la época: la patronal de la industria discográfica norteamericana recomendaba usar una grabadora Ampex de dos pistas y ocho micrófonos. Un espectáculo sudoroso y tremendista que ensanchó el rango de influencia de este artista definitivo e irrepetible. Pura dinamita.


7. Johnny Cash, 'At Folsom prison', 1968

Un disco legendario, con una vigorosa interpretación del Hombre de Negro.
No era la primera vez que Johnny Cash actuaba en una cárcel. Merle Haggard le vio en San Quintín en 1958, mientras cumplía una de sus muchas condenas. Pero sí fue su primer disco grabado a la sombra. El Hombre de Negro consideraba que estos conciertos entre rejas “hacían saber a los presos que afuera había gente que se preocupaba por ellos”. Estaba limpio de pastillas, feliz junto a June Carter y empeñado en conseguir el apoyo de su discográfica para que el proyecto llegara a buen puerto. Su sueño se convirtió en realidad a principios de 1968, en el comedor de la prisión californiana de Folsom. La interacción con la audiencia es genuina. La interpretación, vigorosa. La huella sentimental, indeleble. La canción que mejor resume el estado de ánimo de este disco legendario es Greystone Chapel. Fue escrita por Glen Sherley, entonces recluido allí, y llegó a manos de Cash el día anterior. Cuando por fin suena, te derrites.


8. Tim Buckley, 'Dream letter. Live in London 1968', 1990

Idóneo para introducirse en el apasionante universo de este músico impar.
En 1968, el atormentado cantante estadounidense ya había publicado un par de álbumes a través del poderoso sello Elektra, con tibios resultados comerciales. Se debatía entre el folk, la psicodelia y el rock, aunque mostraba un creciente interés por la obra de maestros del jazz como Charles Mingus o Miles Davis. A la hora de plantear las giras no le salían las cuentas, así que optó por un formato reducido que le permitía abaratar costes. Vibráfono, guitarra y el bajo de un músico local, Danny Thompson, quien mucho tiempo después grabaría junto a Ketama y Toumani Diabaté el aventurero Songhai (1988). Este doble CD recoge el primer concierto de Buckley en el Reino Unido. Aunque no se grabó con idea de publicarlo, el sonido es transparente. La atmósfera, embriagadora. El global, de una emoción difícilmente descriptible. Idóneo para introducirse en el apasionante universo de este músico impar.


9. Jimi Hendrix, 'Live at monterey', 2007

El límite entre leyenda y realidad empezó a difuminarse esa misma noche.

Acababa de conquistar el Reino Unido, pero en su país apenas era conocido. Tocar en el Festival de Monterey, punto de partida del ‘Verano del amor’ de 1967, suponía una oportunidad inmejorable para revocar tan ingrata situación. Hendrix no la dejó pasar. Introducido en el escenario –y en su país– por el Stone Brian Jones, y perfectamente secundado por Noel Redding y Mitch Mitchell, firmó uno de los conciertos más destacados en aquel ciclo de ensueño que convocó, entre otros, a Janis Joplin, Laura Nyro, The Byrds, Otis Redding, Ravi Shankar o The Who. Conjugó versiones y temas propios –su debut aún no había salido en Estados Unidos– dejando boquiaberto a un respetable que nunca había visto u oído nada semejante. La apoteosis final –culmina una telúrica adaptación de Wild thing (de The Troggs) prendiendo fuego a su Stratocaster– fue inmortalizada por D.A. Pennebaker en la película Monterey Pop (1968). El límite entre leyenda y realidad empezó a difuminarse esa misma noche.

10. Led Zeppelin, 'How the west was won', 2003

Un inenarrable documento sonoro: triple CD con el cuarteto británico en plenitud de facultades.

Led Zeppelin giró por Estados Unidos en junio de 1972, a los pocos meses de haber completado su imprescindible tetralogía inicial. Manejaba un repertorio de valor incalculable que movilizó a muchos miles fans en un total de 17 conciertos. Dos de ellos, ya en el tramo final del tour, en suelo californiano, alimentaron varias ediciones piratas en años sucesivos, restando protagonismo al directo oficial de la banda, el desdibujado The song remains the same (1976). Pasaron tres décadas hasta que Jimmy Page –quien seleccionaba material para el DVD Led Zeppelin (2003)– se reencontró con las grabaciones de mesa de aquellos conciertos en el Fórum de Los Ángeles y el Long Beach Arena. Con buen criterio –artístico y comercial– se decidió a publicarlas y permitió el acceso de este inenarrable documento sonoro –triple CD con el cuarteto británico en plenitud de facultades– al común de los mortales.

11. Neil Diamond, 'Hot August night' 1972

Un disco impecable, que muestra a un artista soberbio caminando sobre la cima.

Se curtió muy pronto, en los sesenta, trabajando como compositor para las editoriales concentradas en el mítico Brill Building de Manhattan. Acertó al compatibilizar dicha faceta con la de intérprete. Aprincipios de los setenta había acumulado, por vía directa o en boca de otros, un puñado de éxitos. La mayoría –Solitary man, Cherry cherry, Sweet Caroline, Cracklin’ Rosie– están en este disco impecable, grabado en plena canícula californiana de 1972.
Este concierto, uno de los diez que Diamond ofreció en el Greek Theatre de Los Ángeles aquel verano, nos muestra a un artista soberbio caminando sobre la cima de un repertorio jalonado por partituras que, de forma más o menos afortunada –el Girl, you’ll be a woman soon tarantiniano; el insulso Red, red wine de UB40–, calarían entre las generaciones posteriores. Se reeditó hace poco en una versión lujosa con material extra. No hay excusa.

12. Van Morrison, 'It’s too late to stop now', 1974

Un abundante aderezo instrumental, con cuerdas y metales, maridaba a la perfección con la voz del León de Belfast.

Circunspecto por naturaleza, Van Morrison logró pillarle el punto a los directos gracias a la extensa gira que le llevó a uno y otro lado del charco entre mayo y julio de 1973. El León de Belfast, siempre tan suyo, había atesorado un cancionero de muchos quilates desde la epifanía de Astral weeks (1968) y decidió rodearse de un nutrido grupo de músicos, The Caledonia Blues Orchestra, que incorporaba metales y cuerdas. Ese abundante aderezo instrumental maridaba a la perfección con la voz y el talante interpretativo de nuestro hombre, que aprovechó para rendir sentidos tributos a sus fuentes de inspiración.
En I believe to my soul (Ray Charles) está que se sale, lo mismo que en Help me (Sonny Boy Williamson). Eso por no hablar del material propio. Caravan pinza con fuerza el material sensible. Y el gran final con Cyprus Avenue quedó para enmarcar. Van the Man, por supuesto que sí.
aridaba a la perfección con la voz del León de Belfast.

13. Bob Dylan/The Band, 'Before the flood', 1974

Muchos hitos de su inalcanzable repertorio, interpretados con bríos renovados y una fiereza inédita.
La primera mitad de los setenta se les estaba dando regular, así que decidieron girar por Estados Unidos y Canadá tras siete años sin hacerlo. Acertaron. Cuarenta fechas con todo vendido, pese a que las entradas eran caras. El tour no satisfizo a un Dylan que, en breve, debería afrontar la ruptura con Sara, su esposa. Eso no obsta para que Before the flood sea un sensacional doble directo.
Los músicos involucrados reinterpretan, con bríos renovados y una fiereza inédita, muchos hitos de su inalcanzable repertorio. Dylan vuela alto a lomos de unas renacidas Lay lady lay, Like a rolling stone o All along the watchtower. Y The Band vuelven a impartir magisterio con soberbias reconstrucciones de I shall be released, The weight o Up on Cripple Creek, quizá la mejor del lote. Algunas fuentes aseguran que la gira fue un tormento para los implicados. Cuesta creerlo al escuchar este disco.


14. The Band, 'The last waltz', 1978

Una irrepetible 'jam' de cuatro horas, con muchos momentos sublimes.
El grupo canadiense había disfrutado del éxito y el reconocimiento, pero las exigencias de la vida en la carretera empezaban a pasar factura. La idea era despedirse de las candilejas como dios manda antes de consagrarse al trabajo en estudio. El día de Acción de Gracias de 1976 ofrecieron un último concierto en el Winterland Ballroom de San Francisco, la sala que había acogido su debut en directo. Tenían en mente invitar al camarada Dylan, a quien acompañaban en escena desde hacía años, pero la cosa se les fue de lasmanos. Para bien.
Aquella noche, compareció sobre la tarima un elenco estelar –Joni Mitchell, Eric Clapton, Neil Young, Muddy Waters, Van Morrison…– que interpretó temas propios y ajenos. Fue una irrepetible jam de cuatro horas, con muchos momentos sublimes que Martin Scorsese trasladó al celuloide en su filme homónimo. The Band se instaló para siempre en territorio mítico.



15. Allman Brothers Band, 'At Fillmore east', 1971

Un trabajo histórico en el que encontramos trazas de blues y jazz.
Los decesos del guitarrista Duane Allman y el bajista Berry Oakley le otorgan mayor valor si cabe. Ambos fallecieron en idénticas circunstancias, en el año y medio siguiente a la grabación de este doble álbum. Fue uno de los últimos directos salidos del Fillmore East, local neoyorquino de inmejorable acústica en el que también registraron discos Miles Davis, Jimi Hendrix o Neil Young.
Estamos, por tanto, ante un álbum-testimonio, protagonizado por uno de los grupos que delimitó, para siempre jamás, el sonido de la música popular norteamericana. Trascendiendo la terca filiación sureña que muchos se empeñan en subrayar, el sexteto de Georgia entregó un trabajo histórico en el que encontramos trazas de blues y jazz. Dominado por extensas jams de impecable y visceral ejecución –la cara 3 del vinilo, con In memory of Elizabeth Reed y Hot ‘Lanta, es antológica–, At Fillmore East sigue siendo imprescindible.


16. David Bowie, 'Santa Mónica ‘72', 1994

Pieza imprescindible. Con él se consiguió atrapar un instante irrepetible en la historia de la música popular.

Llama poderosamente la atención que el mejor Bowie, el de los setenta, no fuera capaz de trasladar tan caudalosa inspiración a David live (1974) y Stage (1978), sus directos oficiales de la época. Durante muchos años, este pirata fue una referencia inexcusable para los esforzados fans. Se publicó de aquella manera en 1994 y de forma oficial en 2008.
El audio procede del concierto que Ziggy y las Arañas de Marte ofrecieron en el Civic Auditorium de Santa Mónica, California, en octubre de 1972. No tiene un segundo de más. Las interpretaciones de Moonage daydream, Life on Mars?, Five years, Suffragette City o el I’m waiting for the man velvetiano son tremendas. Y se obra el milagro de atrapar un instante irrepetible en la historia de la música popular: bajo la tutela del líder invicto, un equipo artístico superior –el reino de Mick Ronson no era de este mundo– mira a los ojos de la posteridad.

17. Thin Lizzy - 'Live and dangerous', 1978

¿Directo o de estudio? Esta es la pregunta que ha girado siempre alrededor del disco desde su lanzamiento. Aún así, sigue siendo uno de los álbumes de conciertos más conocidos.
Pese a ser uno de los álbumes en directo más populares de todos los tiempos, siempre ha estado ligado a la polémica: las fuentes no se ponen de acuerdo en determinar cuánto de “directo” y cuánto de “estudio” hay en él. Oficialmente, se grabó en el Hammersmith Odeon de Londres (14 de noviembre de 1976) y en el Seneca College Fieldhouse de Toronto (28 de octubre de 1977). Sin embargo, la leyenda afirma que la mayoría de pistas se sacaron de sesiones del grupo con Tony Visconti en París. Para liarlo todavía más, después se supo que en lugar de Toronto se utilizaron grabaciones de otro show en Filadelfia. En fin, un caos del que es mejor abstraerse para centrarse únicamente en las interpretaciones. Y ahí es donde Phil Lynott salía ganando siempre. La banda suena demoledora, aunque no exenta de sutilidad cuando la ocasión lo requería (Cowboy song) y muchas de las canciones suenan todavía más vibrantes y energéticas que en los discos originales.


18. Deep Purple - 'Made in Japan', 1972

El mejor disco de rock en directo de la historia. Con él, Deep Purple demostró dominar a la perfección este género musical.
De alguna manera, es el gran disco de ROCK en directo. El elepé en vivo por la que se empezó a medir al resto. En ese sentido, contiene todas las cualidades que, con los años, se han convertido en los clichés del género: un sonido espectacular (cortesía de Martin Birch, productor habitual de la banda), un despliegue de virtuosismo tremendo, un millón de riffs de guitarra de altísimo octanaje, estructuras de canciones retorcidas y alargadas hasta el paroxismo y, claro, los SOLOS: de guitarra, de órgano y también de batería en varios puntos del repertorio. A su favor, la ausencia total de trucos de estudio y que decidieran mantener reales los berridos y aplausos del público. Grabado en Osaka (Japón) en agosto de 1972, cuenta además con la versión más conocida (para muchos la definitiva, por encima de la de estudio) de Smoke on the water, el tema más mítico del combo británico de rock duro.


19. Bob Marley and The Wailers Live! 1975

Marley o el público. ¿Quién tiene más importancia en este álbum? Sea quien sea es perfecto.

La eterna duda a la hora de mezclar álbumes en directo es qué diantres hacer con el público: si lo subes demasiado quedas cutre, como queriendo demostrar lo mucho que flipa el respetable contigo. Si no se oye nada, queda frío, como si fuera de estudio. Esta grabación realizada en Londres en 1975 es perfecta: se oye bien a la banda rugir cuando empiezan canciones como Them belly full (but we hungry) o I shot the sheriff y la primera estrofa de No woman no cry es coreada sin rubor. Sin embargo, se escucha porque el público, como en muy pocas ocasiones, fue verdadero protagonista de la velada. A través de los bafles, casi 30 años después, se percibe claramente lo bien que lo pasó y cómo disfrutó de un músico y una banda de acompañamiento en estado de gracia. No es demasiado habitual resaltar la calidad interpretativa de The Wailers y es de justicia hacerlo. Y ahora todos juntos: “Get up, stand up/Stand up for your riiiiiiiiight”.

20. The Ramones, 'It’s alive!', 1979

Primera muestra de lo que con el tiempo llegó a denominarse 'punk'. Aunque para muchos pueda resultar que las canciones sean redundantes, es una edición imprescindible de lo que, sin duda, marcó la historia de la música.

Tonterías, las justas: 28 canciones tocadas a toda pastilla en menos de una hora (!!!). Todas y cada una de ellas con el estatus de clásico. Ni más, ni menos. Prácticamente los tres primeros (y míticos) álbumes de los Ramones interpretados en su totalidad una noche de 1977 en Londres (ya saben, Joey y compañía aterrizaron en la capital británica e inventaron el punk). ¿Que todas las canciones suenan más o menos igual? Toma, claro, es que es lo que hay: estrofa-estribillo-estrofa-estribillo, sección rítmica hiperactiva, acordes de guitarra en quintas y las melodías vocales de Joey Ramone por encima de todo. Y es que resulta imposible fallar con una selección de canciones que incluye, atención, píldoras consecutivas como Havana affair, Sheena is a punk rocker, Blitzkrieg bop, Surfin’ bird, Here today, Gone tomorrow, Pinhead, Rockaway beach o Teenage lobotomy. Una lección introductoria al punk sencillamente imprescindible.

21. Queen, 'Live killers', 1994

Grabado a finales de los setenta, este disco en directo muestra como se manifestaba la banda en un concierto y recoge algunos de los temas más emblemáticos del grupo.

Despojados de toda la imaginería visual, los disfraces y el carisma escénico de Freddie Mercury, los álbumes en directo de Queen siempre han sido una muestra un tanto incompleta de los conciertos de la banda. Por ejemplo, el truco de pinchar la versión de estudio de la parte operística de Bohemian rhapsody (cosa que hicieron en innumerables ocasiones) sólo tiene sentido si se piensa que los asistentes estaban viendo el videoclip original, como pasó en Wembley. Si no, al oyente se le queda cara de tonto.
En todo caso, el primer directo oficial del combo –lanzado precisamente para combatir las grabaciones piratas con las que contrabandeaban los fans– no deja de ser una buena muestra de lo que era Queen sobre el escenario a finales de los 70. Canciones más oscuras de los álbumes de estudio comparten espacio con exitazos como We will rock you (¡interpretado en dos ocasiones!), Don’t stop me now o el inevitable final con We are the champions.

22. Leonard Cohen - 'Field commander Cohen', 2001

Segundo disco en directo del cantautor. En este caso, los temas son mucho más animados y exuberantes.

Grabado en 1979 durante la gira de presentación británica (once actuaciones en doce días) del disco Recent songs –precisamente la foto que acompaña a Field Commander Cohen es la que se utilizó como modelo para el dibujo de portada de Recent songs–, el segundo disco oficial de directo de Leonard Cohen no vio la luz hasta el año 2001. Comparado con el anterior (Live songs, 1973), la banda y el propio Leonard suenan mucho más alegres, exuberantes y concentrados, sentando el primer precedente de lo que serían sus conciertos a partir de ese momento. Los arreglos de la banda son absolutamente espectaculares (en la sutilidad de The gypsy’s wife, en la tremenda versión doo-wop de Memories, en los aires gitanos de The guests, en el gran final de So long, Marianne...), con Jennifer Warnes y Sharon Robinson acompañando a las voces. En la troupe viajaba Roshi, el maestro zen del canadiense, quizá el secreto del exultante resultado final.

23. U2, 'Under a blood red sky', 1983

Este álbum fue grabado poco antes de que los irlandeses consiguieran el estrellato. En él, se da luz a la banda disfrutando su concierto al máximo.
Parece difícil de creer, pero hubo una época en la que al hablar de las giras de U2 se hablaba más de música que de números, más de canciones que de la altura del escenario o de los metros cuadrados de la pantalla de vídeo. En 1983, de hecho, los irlandeses estaban viviendo su primer efluvio de éxito masivo tras la publicación de War, pero tampoco eran el fenómeno global en el que se convirtieron muy poco tiempo después. Este EP grabado en Alemania y Estados Unidos muestra, en todo caso, a una banda de verdad disfrutando su gran momento de gloria (chiste intencionado: la primera canción del repertorio es precisamente Gloria), pero todavía conservando la urgencia y la pasión de la juventud y de su deje post-punk. Las canciones aquí recogidas suenan más fieras y exageradas que las de estudio, con especial protagonismo de las piruetas vocales de Bono y los momentos guitar-hero de The Edge.


24. Wilco, 'Kicking television: Live in Chicago', 2005

Un excelso documento que muestra de manera fiel la impecabilidad de la banda sobre el escenario.

Hoy en día está casi universalmente aceptado que Wilco son el mejor grupo de directo del mundo. Esa fama –ganada a pulso– se debe a una sucesión de conciertos impecables a prueba de bomba a los que ya no se les puede pedir más que un poco de riesgo. Si alguien no ha tenido la suerte de ver en vivo a Jeff Tweedy y los suyos, bien puede refugiarse en este excelso documento que muestra de manera fiel cómo es la banda sobre el escenario.
En primer lugar, destaca el setlist: 23 canciones que repasan todas las vertientes centrado en su parte más experimental. Después, la tremenda competencia instrumentística de la formación, encabezada por el alucinante guitarrista Nels Cline. Por último –pero no menos importante–, la capacidad de emocionar de la garganta del propio Jeff Tweedy. Muchas veces se dice que un disco es la foto instantánea de un grupo en un momento concreto. En este caso es literal.

25. Spiritualized - 'Royal Albert Hall', 1997

Grabación del concierto que ayudó a que se convirtiera en un grupo respetado y respaldado por la crítica y el público.
El Royal Albert Hall, situado en el barrio londinense de Kensington, es un templo de la música clásica al que los grupos de rock acuden cuando quieren dar un concierto lo que se dice serio. Efectivamente, 1997 fue el año en el que el grupo de Jason Pierce dio el gran salto de gloria del underground a grupo respetado y respaldado por la crítica y el público. El culpable fue Ladies & gentlemen we are floating in space, un combinado de rock y psicodelia con marchamo a clásico que encumbró a Spiritualized como una de las bandas más emocionantes e interesantes del momento. Lo más grande del concierto grabado el 10 de octubre de 1997 es comprobar que las canciones en directo tomaban vida propia y se unían para crear un maravilloso enjambre sonoro en el que los momentos melódicos y los ruidistas se entrelazan, retorciendo las estructuras y conformando momentos flipantes de alta densidad instrumental y emocional.


26. The white stripes - 'Under great white nothern lights',2010

Epílogo perfecto de la trayectoria de la banda resumido en este álbum de su gira por Canadá en 2007.
En la última escena del documental que acompaña este disco y que dirigió Jim Jarmusch, Meg White se sienta en la banqueta del piano de su exmarido/supuesto hermano mientras éste interpreta una canción. La escena, rodada en riguroso blanco y negro, alcanza su clímax emocional cuando a Meg se le escapan unas cuantas lágrimas silenciosas. Con la perspectiva de saber que a la banda no le quedaba mucho más tiempo de existencia, supone un epílogo perfecto a una trayectoria impresionante e imprevisible que queda resumida en estas grabaciones tomadas durante la gira por Canadá que The White Stripes realizaron en 2007. Fieles a su filosofía “menos es más”, en lugar de optar por dar el salto y convertirse en otro grupo de estadio decidieron seguir haciendo las cosas a su manera visitando lugares remotos. Los dos solos en el escenario, armados de batería, guitarras, órgano, blues, punk y pop lograban apasionar y maravillar.


27. Nirvana - 'Unplugged', 1994

Catorce temas que resumen la última actuación en vida de Kurt Cobain. Una pieza impecable que da fe de la calidad y el carisma del artista.
“Buenas noches. Ésta es de nuestro primer álbum, la mayoría no lo tiene”. Así arranca la última grabación que hizo en vida Kurt Cobain. Sólo por ese (mórbido) dato, el acústico que el trío de Seattle grabó para MTV en noviembre de 1993 tiene asegurado su aura mítica. Pero es que, casi más importante, es un documento brutal que atestigua la calidad y carisma increíble que poseía Kurt. Cada una de las 14 canciones –se omitieron partes de la grabación original– resulta memorable. Los contados desafines de Cobain (en Pennyroyal tea, por ejemplo) no hacen más que añadir verdad y crudeza a un repertorio que ni siquiera necesitaba contar con los mayores éxitos del combo. La selección de versiones –The Vaselines, David Bowie, Leadbelly y las tres de The Meat Puppets– es impecable, sobre todo por la capacidad de Cobain, Grohl y Novoselic de hacerlas suyas. El final desgañitado con Where did you sleep last night pone y pondrá los pelos de punta.


28. Kiss - 'Alive!', 1975

El álbum que propulsó a Kiss hacia el estrellato.
Hay grupos y hay canciones que nacen para el directo. Kiss (¿alguien lo duda?) es uno de ellos. Sobre el escenario, su rock duro pegadizo y juguetón aumenta su atractivo por mil. Lo que así en frío puede resultar un poco kitsch, en vivo cobra todo el sentido: sí a los maquillajes y a pepinazos del calibre de Rock and rollall nite, Deuce, Cold gin o Black magic.
Este álbum, de hecho, fue el que convirtió a los de Detroit en superestrellas. No en vano fue su primer top 10 y, ojo al dato, se mantuvo en las listas estadounidenses durante 110 semanas, ahí es nada. Aquí también la leyenda dice que se pulió más de lo debido en el estudio pero, con canciones tan buenas, casi que da un poco igual. No obstante, el descomunal éxito que cosechó tuvo también sus consecuencias negativas: dio pie a un montón de discos y antologías en directo de Kiss que, lamentablemente, no tienen la magia y energía de la primera entrega de la serie.


29. Muse - 'Haarp', 2008

Un sonido espectacular e intachable alrededor de quince temas grabados en el directo del estadio de Wembley.

Si hay una banda que ha querido revivir los tiempos dorados de los conciertos de estadio, esa es Muse. Su música, espectacular, grandilocuente, gigante y megalómana encuentra su hábitat natural en los grandes arenas del mundo. ¿Y qué lugar más mítico y legendario para que un concierto quede registrado para la posteridad que el estadio de Wembley? Ninguno. Si Queen lo hicieron (en realidad su gran referencia, por mucho que musicalmente bebieran de Radiohead), Muse no querían ser menos. Las cosas claras desde el principio: una melodrámatica introducción orquestal que da paso a una quincena de temas –la mayoría de su disco Black holes & revelations pero también algunas incursiones en trabajos anteriores– de sonido intachable y en la que se desarrollan las acrobacias de Matt Bellamy con la voz y la guitarra y el alud de estribillos superépicos de la banda coreados puño en alto por el personal. En este caso, más sí es más.

30. My morning jacket - 'Onokos', 2006

Rock americano expansivo y exuberante

Aunque habitualmente se considera a My Morning Jacket un mero vehículo para desarrollar el talento de Jim James (cantante y compositor de todas las canciones de la banda), escuchando este disco en directo es justo reconocer la calidad y el entendimiento máximo que se percibe en (y entre) los miembros de la formación. Comparados con frecuencia con Neil Young & Crazy Horse, comparten con estos el tono de voz agudo de James y el gusto por los pasajes instrumentales largos. Sin embargo –y tiene mérito–, aunque hay temas que superan los diez minutos de duración (Dondante, Steam engine) no se cae en el onanismo. La completa experiencia de Okonokos hay que vivirla viendo el imprescindible DVD que acompañó la edición de CD de un disco en vivo que sirve para mostrar a una formación que estaba en la cúspide creativa de su carrera, probablemente sin que ellos lo advirtieran. Rock americano expansivo y exuberante.