febrero 20, 2016

Veneno


Lo sabe todo el mundo. A finales de los 70 se produjo una explosión musical necesaria que venía a recordar todo lo aprendido a mediados de los 60: el rock es energía y actitud, no virtuosismo e intelectualismo. Gracias a la conservadora prensa británica y a los Sex Pistols conocemos a todo esto como punk, un movimiento que hacía del "hazlo tú mismo" su principal filosofía.

España no fue ajena a esa explosión y pronto se importó el sonido con grupos que lo habían catado in situ. Los Kaka de Luxe de El Zurdo, Canut, Berlanga y compañía serían la semilla, y sus muchas ramificaciones y descendientes configurarían la música pop española desde entonces hasta estos días.

Eso por un lado. Porque aparte de dicha explosión se produciría una implosión no menos influyente y no menos, a su manera, punk, personificada en Veneno, un grupo que tomaba el sonido más tradicionalmente español (sí, el flamenco) y lo regaba de ramalazos rockeros (sí, Bob Dylan) hasta el punto de que era imposible diferenciar lo uno de lo otro.

La historia de Veneno es curiosa y retorcida. Por un lado tenemos a un cantautor de raíces hippies, gran admirador de Dylan, Zappa y The Incredible String Band, que descubre el flamenco de la mano de un yanki en Los Ángeles. Eso de que alguien nacido en Figueres pero criado en Cádiz y Sevilla tenga que irse a Estados Unidos para descubrir el flamenco podría resultar extraño, pero estamos hablando de José Miguel San Feliu o lo que es lo mismo Kiko Veneno. Es fácil pensar que lo que sin duda descubrió Kiko es que el espíritu de rock y flamenco no estaban tan alejados como parece a primera vista.

Como no podría ser de otra forma, a su regreso a Sevilla él mismo fue el demiurgo del proceso inverso, al conseguir que los hermanos Raimundo y Rafael Amador, que habían mamado el flamenco desde su nacimiento (por tradición, herencia y derecho propio) se obsesionasen con el sonido que traía Kiko bajo el brazo en forma de discos de rock y blues que los Amador exprimieron hasta la última gota. Juntos, acompañados de un grupo de excelentes músicos, se emprendieron en la aventura de Veneno, sobre todo gracias al empeño del propio Kiko y el productor Ricardo Pachón.

Y así se acabó grabando en Madrid lo que sería posiblemente el disco español más influyente de la segunda mitad del siglo XX y, paradójicamente, el más ignorado. Tendría que pasar tiempo antes de que se dejase sentir en la escena musical de España la mano de "Veneno" (CBS, 1977), un LP crudo y visceral que ya avisaba de lo que se venía encima desde la portada: una pastilla de hachís marcada a fuego con el nombre del grupo (la primera versión era incluso más explícita al mostrar completamente dicha pastilla sobre papel de aluminio). "Veneno" hace justicia a la expresión "adelantado a su tiempo" como nadie. El país estaba despertando poco a poco e iba a tardar en digerir esto. No importaba que Veneno estuviesen creando algo nuevo sin despeinarse, como si ese tipo de música se hiciera desde hace siglos. Se trata de un disco fresco, casi perfecto, donde es imposible esconder el buen hacer de sus protagonistas: los Amador, inspiradísimos con sus arreglos de guitarra que parten del flamenco y hacen toda una tournée por el blues, el funk y hasta el rock progresivo; Kiko que reivindica la rumba (como también haría Camarón) dotándola de surrealismo y mordiente genial; y, por supuesto, Ricardo Pachón, un productor "amateur" (las comillas vienen a decir que eso no se lo cree ni él) que entendió perfectamente lo que buscaba Kiko y lo sublimó en el LP (y no son muchos los que lo han conseguido a lo largo de la carrera del cantante).

Tras unas intensas sesiones la grabación (hecha casi en su totalidad en directo) se presentó el disco en sociedad en Sevilla, en el primero de una caótica serie de conciertos que desembocaron en la disolución del grupo. Los hermanos Amador se embarcaron en una nueva aventura (Pata Negra) que también terminaría tras la grabación del genial "Blues de la Frontera" (Nuevos Medios, 1988). Kiko, por otro lado iniciaría una irregular carrera y no recuperaría su fuelle definitivamente hasta "Échate un Cantecito" (BMG Ariola, 1991). Entre medias hubo una prórroga para Veneno. O no exactamente, ya que el maxi "Si tú, si yo" (Epic, 1984) y el LP "El Pueblo Guapeao" (Twins, 1989) se grabaron bajo el nombre de Veneno, pero poco tenían que ver con lo que se hizo en 1977.

Porque desde la desaparición del grupo no se sabe muy bien si tanto los Amador como Kiko han perseguido el espíritu de Veneno, o bien ha sido la sombra de éste la que les ha seguido a ellos durante toda la vida. Sea como sea todos juntos fueron protagonistas absolutos de su momento irrepetible, haciendo realidad eso que decía Jean Paul Belmondo en "Al Final de la Escapada" (Jean-Luc Godard, 1960): "Ser inmortal y después morir".