febrero 09, 2016

Lole y Manuel


El flamenco es el estilo musical español más conocido en el mundo entero y, sin temor a equivocarnos, podemos afirmar que es uno de los símbolos más reconocibles y reconocidos de este país. Como suele ocurrir en cualquier tipo de música, tiene en su país de origen a sus más férreos defensores del llamado purismo, y que ven con malos ojos cualquier intento de innovación o renovación del estilo. Sus luces rojas se encendieron a mediados de los 70 por culpa de la irrupción de este dúo que dio un aire fresco y de renovación al estilo, siendo precursores del llamado nuevo flamenco. Las causas de este cambio son las mismas que las de cualquier músico, en las influencias recibidas durante la juventud. "Está claro que yo no toco la guitarra como lo hace mi padre, ni Lole canta como lo hace su madre. Nuestros padres no oyeron a Janis Joplin ni a Jimi Hendrix, tampoco escucharon la música de los Beatles. Nuestro cambio está, sobre todo, en el ritmo... hemos renovado nuestra propia música, hemos intentado descubrirnos a nosotros mismos" (Manuel Molina). Otras de las cosas que se les echó en cara era que sus letras no hablaban de la realidad social del país, cosa que sí sucedía con otros cantaores que se hicieron más o menos populares a mediados de los años 70; sus textos eran poemas escritos por Juan Manuel Flores que hablaban sobre la naturaleza y el amor. "Nosotros queremos hacer ver que el flamenco, que no el 'typical spanish', presenta no solo la cara triste, sino la viva; las flores, el sol y todos aquellos factores vitales tan importantes para comprender la esencia del pueblo andaluz. No olvidamos, eso sí, en ningún momento lo negativo, el puteo al cual ha sido sometido el pueblo gitano por parte de la cultura oficial. Pero esto lo tenemos tan presente, que a veces no queremos ni acordarnos de ello" (Manuel Molina).

Tanto Manuel Molina como Dolores Montoya son miembros de familias de estirpe artística; en el caso de Manuel, es hijo de Manuel Molina Acosta, más conocido como El Encajero, y Lole es hija de la cantaora y bailaora Antonia Rodríguez Moreno, La Negra y del bailaor Juan Montoya. Gracias a esto, ya antes de conocerse, habían hecho sus pinitos musicales y cuando formaron pareja tenían bastantes tablas sobre el escenario. Manuel, ceutí de nacimiento y criado en Sevilla, empezó desde niño a conocer el mundo artístico formando parte de Los Gitanillos del Tardón, en el que coincidió con José Antonio Pantoja Chiquetete y Manolo Domínguez El Rubio. Más tarde paso a ser guitarrista hasta que su paso por la mili le cambió la vida; no por aprender a desfilar, sino porque Ricardo Pachón le ofreció sacarle de allí si se unía a Smash, allí cambió el modo de concebir la música. Mientras que desde pequeña, Lole -sevillana ella y criada en el barrio de Triana- también se decidió por este mundo y se preparó en la academia del maestro Enrique Jiménez El Cojo para posteriormente ejercer de bailaora en los mejores tablaos flamencos del país.

Ya como dúo empezaron a tocar juntos en 1973 hasta que Ricardo Pachón, al que Manuel conocía de su periplo por Smash, les ofreció grabar una maqueta. Con ella Ricardo Pachón se patea diferentes sellos Basf, Phillips, EMI, RCA... En todos encuentra la misma respuesta, ninguno ve futuro a la pareja, hasta que apareció Gonzalo García-Pelayo que se ofrece para grabarlo. Para su debut discográfico Lole y Manuel viajan hasta Madrid, la grabación dura tres días bajo supervisión de Ricardo Pachón, pero el último día aparece Gonzalo con el contrato donde aparece solo él como productor. Esto no gusta a la pareja que se niega a firmarlo y tras acabar la grabación están en la capital sin un duro y con una copia del master.

A pesar de no tener nada firmado Gonzalo García-Pelayo lanza el disco bajo el sello Movieplay, sin ningún tipo de campaña publicitaria, ni presentación, ni promoción. Poco a poco “Nuevo Día” (Movieplay, 1975) empieza a funcionar, primero unas pocas buenas críticas de la prensa especializada y después el boca a boca va haciendo la bola cada vez más grande y al final el disco se convierte en un gran éxito. Para no acabar en los tribunales tanto el sello como el dúo llegan a un acuerdo para darles la carta de libertad, para entonces Tomás Muñoz del sello CBS les ofrece un contrato para el que graban sus próximos discos.

El primero de ellos, “Pasaje del Agua” (CBS, 1976), se graba al año siguiente, donde continúan el camino andado con su anterior disco, siguiendo por la vía de la experimentación, jugando con los ritmos árabes y decantándose por los palos que les eran más habituales: los tangos, las alegrías y, sobre todo, las bulerías. Sin respiro alguno graban lo que sería su tercer disco, el homónimo “Lole y Manuel” (CBS, 1977) tras el cual la pareja decide tomarse un descanso ya que el ritmo de trabajo de los últimos había sido frenético.

Después de tres años de parón, en parte por el embarazo de Lole, deciden volver al estudio de grabación pero esta vez sin Ricardo Pachón, que había sido el productor de sus tres primeros lanzamientos, de esas sesiones saldrá su cuarto álbum, “Al Alba Con Alegría” (CBS, 1980) en homenaje precisamente a su hija, Alba Molina, futura componente de Las Niñas. Para su último disco para el sello CBS deciden ponerse en manos de un viejo amigo, Gualberto García, que había sido compañero de Manuel en el grupo Smash. Gualberto ejerce de productor y arreglista convirtiendo a “Casta” (CBS, 1984) en el disco orquestal de Lole y Manuel. Poco tiempo después de su grabación la pareja decide poner fin a su relación, tanto artística como personal.

Sin embargo, lo que parecía un punto final tuvo un epílogo, en los años 90 graban con la orquesta sinfónica de Londres “Lole y Manuel Cantan a Manuel de Falla” (Pasión / Área Creativa, 1992), que generó mucha expectación pero que no llegó a cubrir del todo; visto el revuelo que se levantó con su supuesta vuelta Virgin les ofrece un contrato convirtiendo a Lole y Manuel en los primeros artistas flamencos en una multinacional. Pero esto no les hace variar el rumbo tomado antes de su ruptura, ni supeditarse a ciertas exigencias. Graban “Alba Molina” (Virgin, 1994) con Antonio Rodríguez -ex-componente de Smash- a la producción, siendo el último disco con material inédito del dúo, al que posteriormente le acompañó el directo desde el Teatro Monumental de Madrid “Una Voz y Una Guitarra” (Virgin, 1995).

Actualmente sus carreras discurren por separado, pero eso no es óbice para que puntualmente colaboren juntos en alguna grabación como en el disco de Lole Montoya “Ni el Oro Ni la Plata” (Sum, 2004), en la que Manuel le escribió algunos temas e incluso llegan a tocar juntos.

El 19 de mayo de 2015 fallece Manuel Molina a los 67 años de edad en su domicilio de San Juan de Aznalfarache, víctima de un cáncer terminal.